martes, noviembre 28, 2006

El viaje de las camisetas


Hoy he ido con algo más de cincuenta adolescentes y otros cuatro adultos a ver El viaje de las camisetas. A mí, la verdad, cuando me llegó la propuesta de ir a verla al Cine París no me sonaba de nada, ni el documental ni qué tenían exactamente que ver las camisetas en todo esto. Zambia, ¿cuántos sabemos exactamente situar a este país? ¿y a los países de le rodean? Me juego algo.

El documental parte de un hecho que comenzó siendo una curiosidad para su autora: muchos zambianos se visten con camisetas de segunda mano que llegan de Estados Unidos y Europa. La gente de estos países da la ropa a organizaciones para que éstos lleven la ropa a África y de esta manera ayudar a quienes tienen menos que ellos. Hasta ahí lo que es evidente y la buena fe. Pero los efectos son otros.

Tras centurias en las que sus habitantes eran hechos prisioneros, metidos en barcos y enviados a ultramar para construir riqueza para otros y parir hijos esclavos para esos mismos, tras décadas de colonización formal (desde la Conferencia de Berlín de 1885 hasta 1964) en las que la British South Africa Company exprimió la riqueza del país hasta allí donde sus métodos técnicos le permitió, tras una deuda contraída con el FMI y con el Banco Mundial de 6500 millones de dólares, Zambia debe plegarse a sus condiciones de ajustes macroeconómicos para poder redimir parte de la deuda. Tras todo eso llegó en 1991 un tratado de libre comercio mediante el cual los países más ricos se reservan el derecho a introducir sus productos mientras protegen los suyos propios.

Tras todo este periplo histórico su esperanza de vida no sube de los 38 años, sólo el 3.7% de la población puede acudir a la universidad y su renta per cápita ronda los 800 dólares anuales.

¿Qué tiene que ver todo esto con las camisetas? Pues bien, por ejemplo, el Ejército de Salvación lo que hace es vender a peso la ropa que los norteamericanos depositan en sus contenedores, esta ropa es llevada en containers a Lusaka y una vez allí, es comprada por gente que acude desde todos los rincones del país para poderla vender en sus lugares de origen. La venta de las camisetas donadas se convierte, de esta manera, en la única vía de subsistencia de muchos habitantes del país. Para los que hacen de intermediarios se convierte, sin embargo, en un jugoso negocio en el que ganan entre un 300-400% del capital invertido.

La gente se ve obligada a vender ropa de segunda mano porque gracias al tratado de libre comercio muchas de las industrias del país han sido desmanteladas (excepto, evidentemente la extracción de las minas de cobre, que es necesario en los paises del primer mundo), y gracias a las camisetas se ha desmantelado también una industria sencilla, de poco coste de inversión y de mercado local como es la industria textil.

La mayoría de gente que habla en el reportaje dice que, para ellos, es un trabajo temporal. Que con el tiempo desean volver a ser enfermeros, maestros, profesionales... los jóvenes dicen que quieren conseguir algo de dinero para poder volver a sus estudios. Luka, uno de los protagonistas del reportaje repite que él lo que quiere es que sus hermanos puedan estudiar. Quiere eso y tener una casa con luz eléctrica, para que en el futuro no le digan que no pudieron estudiar porque por la noche no podían leer los libros del colegio.

domingo, noviembre 26, 2006

Gargallo y el vacío


Pablo Gargallo nació en 1881, igual que Picasso, pero él se dedicó a la escultura. Murió relativamente joven, en 1934, tres años antes de que el pintor hiciera el Gernika. Para entonces había conseguido, por lo menos, tener una trayectoria que revolucionó el volumen y vivir de su trabajo, aunque hay que decir que no siempre de manera holgada. Así en general no es poco, la verdad.

Para el público en general debo decir que hasta el 28 de enero del año que viene, si una va a La Pedrera y pasa el bolso por un escáner (supongo que por si llevas armas, cámaras de fotos, o lo peor de lo peor: líquidos) puede entrar a una exposición muy interesante sobre su obra. Es gratis.

La historia empieza con un muchacho de la Fraja de Ponent que llega con su familia a Barcelona en la época de la emigración de finales del siglo XIX, una vez aquí estudia en la Lotja y aprende a hacer esculturas clásicas, de piedra, redonditas, de esas que dan ganas de tocar con toda la mano y darles palmaditas. Cuando tenía algo más de 20 años se va a París y allí estudia a Rodin: en esa época las obras de Gargallo toman, de repente, un deje de escultura atormentada y secreta.

Pero para mí lo mejor vino mucho más tarde. Según su hija Pierrette, llegó un momento que Pablo empezó a hacer máscaras con láminas de bronce porque era una manera barata de producir esculturas, él prefería trabajar en yeso pero nadie pagaba por una escultura de un material tan blando y tan poco lucido. Con la necesidad llegó la virtud y, después de muchos estudios, probaturas y fracasos empezó a hacer evidente lo que no está...

Gargallo fue capaz de mostrar algo que toma importancia, en realidad, porque no está, porque se ha creado un marco para que pueda existir pero aun así no existe. Es su propia inexistencia la que le da sentido. El vacío pone de relieve que no está y es entonces cuando en realidad existe. Como tantas otras cosas.

jueves, noviembre 02, 2006

Telecinco sí

La ineptitud de algunos adolescentes siempre puede ser superada por ciertos adultos miserables. Telecinco compró y emitió las imágenes que una menor había grabado de una agresión en un centro educativo.
¿Podrá Pedro Piqueras explicarnos cuál es el valor informativo de la cintita?